1神H430吩咐H1696這一切的話H1697說H559: 2我是耶和華H3068你的神H430,曾將你從埃及H4714地H776為奴H5650之家H1004領出來H3318。 3除了我以外H6440,你不可有別的H312神H312。 4不可為自己雕刻H6213偶像H6459,也不可做甚麼形像H8544彷彿上H4605天H8064、下地H776,和地H776底下、水中H4325的百物。 5不可跪拜H7812那些像,也不可事奉它H5647,因為我耶和華H3068你的神H430是忌邪的H7067神H430。恨我的H8130,我必追討H6485他的罪H5771,自父H1及子H1121,直到三H8029四代H7256; 6愛我H157、守我H8104誡命H4687的,我必向他們發H6213慈愛H2617,直到千代H505。 7不可妄稱H7723,H5375耶和華H3068你神的名H8034;因為妄稱H7723,H5375耶和華名H8034的,耶和華H3068必不以他為無罪H5352。 8當紀念H2142安息H7676日H3117,守為聖日H6942。 9六H8337日H3117要勞碌H5647做H6213你一切的工H4399, 10但第七H7637日H3117是向耶和華H3068你神H430當守的安息日H7676。這一日你和你的兒H1121女H1323、僕H5650婢H519、牲畜H929,並你城裡H8179寄居的客旅H1616,無論何工H4399都不可做H6213; 11因為六H8337日H3117之內,耶和華H3068造H6213天H8064、地H776、海H3220,和其中的萬物,第七H7637日H3117便安息H5117,所以耶和華H3068賜福與H1288安息H7676日H3117,定為聖H6942日。 12當孝敬H3513父H1母H517,使你的日子H3117在耶和華H3068你神H430所賜H5414你的地H127上得以長久H748。 13不可殺人H7523。 14不可H3808姦淫H5003。 15不可偷盜H1589。 16不可作H6030假H8267見證H5707陷害人H7453。 17不可貪戀H2530人H7453的房屋H1004;也不可貪戀H2530人H7453的妻子H802、僕H5650婢H519、牛H7794驢H2543,並他H7453一切所有的。 18眾百姓H5971見H7200雷轟H6963、閃電H3940、角H7782聲H6963、山上H2022冒煙H6226,就都發顫H5128,遠遠的H7350站立H5975, 19對摩西H4872說H559:求你和我們說話H1696,我們必聽H8085;不要神H430和我們說話H1696,恐怕我們死亡H4191。 20摩西H4872對百姓H5971說H559:不要懼怕H3372;因為神H430降臨H935是要H5668試驗你們H5254,叫你們時常敬畏他H3374,不至犯罪H2398。 21於是百姓H5971遠遠地H7350站立H5975;摩西H4872就挨近H5066神H430所在的幽暗H6205之中。 22耶和華H3068對摩西H4872說H559:你要向以色列H3478人H1121這樣說H559:你們自己看見H7200我從天上H8064和你們說話了H1696。 23你們不可做H6213甚麼神H430像與我相配,不可為自己做H6213金H2091銀H3701的神H430像。 24你要為我築H6213土H127壇H4196,在上面以牛H1241羊H6629獻為H2076燔祭H5930和平安祭H8002。凡記下H2142我名H8034的地方H4725,我必到H935那裡賜福給你H1288。 25你若為我築H6213一座石H68壇H4196,不可用鑿成的石頭H1496,因你在上頭一動H5130家具H2719,就把壇污穢了H2490。 26你上H5927我的壇H4196,不可用台階H4609,免得露出H1540你的下體H6172來。
Comentario de la Biblia de Matthew HenryVersículos 1, 2.
El prefacio de los diez mandamientos. 3-11.
Los mandamientos de la primera tabla. 12-17.
De la segunda tabla. 18-21.
El temor del pueblo. 22-26.
La idolatría prohibida de nuevo. Vv. 1, 2. Dios habla de muchas maneras a los hijos de los hombres; por la conciencia, por providencias, por su voz, a todas las cuales debemos atender cuidadosamente; pero nunca habló, en momento alguno, como cuando dio los Diez Mandamientos. Dios había dado antes esta ley al hombre; estaba escrita en su corazón, pero el pecado la desfiguró tanto que fue necesario revivir el conocimiento de ella. La ley es espiritual, y toma conocimiento de los pensamientos, deseos y disposiciones secretas del corazón. Su gran exigencia es el
amor , sin el cual la obediencia externa es pura hipocresía. Requiere la obediencia perfecta, infalible, constante; ninguna ley del mundo admite la desobediencia. Cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos, Santiago ii, 10. Omitir o variar algo en el corazón o en la conducta, en pensamiento, palabra u obra, es pecado y la paga del pecado es muerte.
Vv. 3-11. Los primeros cuatro de los diez mandamientos, corrientemente llamados la PRIMERA tabla, hablan de nuestro deber hacia Dios. Es adecuado que estos se pusieran primero, porque el hombre tuvo un Hacedor para amar antes de tener a un prójimo para amar. No puede esperarse que sea veraz con su hermano, aquel que es falso con su Dios.
El
primer mandamiento se refiere al objeto de adoración, JEHOVÁ, y solo a Él. Aquí se prohíbe adorar criaturas pero el mandamiento alcanza mucho más allá. Aquí se prohíbe amar, desear, deleitarse o esperar algo bueno de cualquier complacencia pecaminosa. Transgrede este mandamiento todo lo que no sea amor, gratitud, reverencia o adoración perfecta. Todo lo que hacéis, hacedlo todo para la gloria de Dios.
El
segundo mandamiento se refiere a la adoración que debemos rendir al Señor nuestro Dios. Se prohíbe hacer imagen o retrato de la Deidad en cualquier forma o propósito; o adorar cualquier criatura, imagen o cuadro, pero el alcance
espiritual de este mandamiento va mucho más allá. Aquí se prohíbe toda clase de superstición y el empleo de inventos puramente humanos para la adoración de Dios.
El
tercer mandamiento se refiere a la manera de adorar, que sea con toda la reverencia y seriedad posible. Se prohíben los votos falsos. Toda liviana alusión a Dios, toda maldición profana es una horrenda transgresión de este mandamiento. No importa si se usan las palabras con o sin sentido. Toda broma profana con la palabra de Dios o con las cosas sagradas y todas las cosas semejantes violan este mandamiento y no hay provecho, honra ni placer en ellas. El Señor no dará por inocente a quien toma su nombre en vano.
La forma del
cuarto mandamiento, “Acuérdate”, demuestra que aquí no es la primera vez que se da, sino que era conocido antes por el pueblo. Un día de cada siete debe ser santificado. Seis días se dedican a los asuntos del mundo, pero no como para descuidar el servicio de Dios y el cuidado de nuestras almas. En esos días debemos hacer todo nuestro trabajo, sin dejar nada por hacer para el día de reposo. Cristo permitió los trabajos inevitables, y las obras de caridad y piedad; porque el día de reposo fue hecho para el hombre y no el hombre para el día de reposo, Marcos ii, 27; pero están prohibidos todos los trabajos superfluos, vanidosos, o darse el gusto en cualquier forma. Comerciar, pagar salarios, arreglar cuentas, escribir cartas de negocio, estudios seculares, visitas superfluas, viajes o conversaciones livianas, no guardan
santo este día para el Señor. La pereza e indolencia pueden ser un reposo carnal, pero no santo. El día de reposo para el Señor debe ser un día de descanso del trabajo secular, para reposar en el servicio de Dios. Las ventajas de la debida observancia de este día santo, aunque solamente fueran por la salud y la felicidad de la humanidad, más el tiempo que otorga para el cuidado del alma, muestran la excelencia de este mandamiento. El día es
bendito ; los hombres son bendecidos por él y en él. La bendición y la orden de guardarlo santo no se limitan a un
séptimo día sino que se dicen del día
de reposo .
Vv. 12-17. Las leyes de la SEGUNDA tabla, esto es, los últimos seis de los diez mandamientos, afirman nuestro deber para con nosotros mismos y de unos a otros, y explican el gran mandamiento: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, Lucas x, 27. La santidad y la honestidad deben ir juntas.
El
quinto mandamiento se refiere a los deberes hacia nuestros parientes. “Honra a tu padre y a tu madre”, incluye estimarlos, lo que se demuestra en nuestra conducta, en la obediencia a sus mandatos legítimos: ir cuando os llamen, ir donde os envíen, hacer lo que os pidan, refrenarse de lo que os prohiban; y esto, como hijos, hacerlo alegremente a partir de un principio de amor. Además, la sumisión a sus consejos y correcciones. Esforzarse en todo para dar comodidad a los padres y hacer fácil su vejez; mantenerlos si necesitan sostenimiento, cosa que nuestro Salvador hace que esté particularmente comprendida en este mandamiento, Mateo xv, 4–6. Los observadores acuciosos han notado una bendición peculiar en cosas temporales para los hijos obedientes y lo inverso para los hijos desobedientes.
El
sexto mandamiento requiere que consideremos la vida y seguridad de los demás así como tenemos consideración por la propia. Los magistrados y sus oficiales, y los testigos que dan testimonio de la verdad, no rompen este mandamiento. La defensa propia es legítima, pero mucho de lo que las leyes del hombre no consideran homicidio, lo es ante Dios. Las pasiones furiosas suscitadas por la ira o por la ebriedad no son excusa: mucho más culpable es el asesinato en los duelos, que son el efecto horrible de un soberbio espíritu vengativo. Toda lucha, sea por salario, por renombre o por ira y maldad, viola este mandamiento, y es homicidio el derramamiento de sangre resultante. Puede incluirse allí el tentar a los hombres al vicio y a los delitos que acortan la vida. La mala conducta, como la que puede romper el corazón de padres, esposas u otros parientes, o acortarles la vida, es una transgresión de este mandamiento. Prohíbe toda envidia, maldad, odio o ira, todo lenguaje provocador o insultante. Aquí se prohíbe la destrucción de nuestra propia vida. Este mandamiento requiere un espíritu de bondad, paciencia y perdón.
El
séptimo mandamiento se refiere a la castidad. Debemos temer tanto eso que
contamina el cuerpo como aquello que lo
destruye . Lo que tiende a contaminar la imaginación o a despertar pasiones, queda bajo esta ley, como son los retratos obscenos, libros o conversaciones impuros, o cualquiera otra materia afín.
El
octavo mandamiento es la ley del amor en cuanto al respeto de la propiedad ajena. La porción de cosas de este mundo que se nos ha asignado, en tanto se obtenga en forma honesta, es el pan que Dios nos ha dado; por lo cual debemos estar agradecidos, contentos y, en el uso de medios legítimos, confiar en la providencia para el futuro. Aprovecharse de la ignorancia, la comodidad o la necesidad del prójimo, y muchas otras cosas, quebrantan la ley de Dios, aunque la sociedad no vea culpa en ello. Los saqueadores de reinos, aunque estén por encima de la justicia humana, quedan incluidos en esta sentencia. Defraudar al público, contraer deudas sin pensar en pagarlas o evadir el pago de las deudas justas, la extravagancia, vivir de la caridad cuando no es necesario, toda opresión del pobre en sus salarios; estas y otras cosas quebrantan este mandamiento, que exige el trabajo, la frugalidad y el contentamiento, y tratar a los demás como quisiéramos que ellos nos traten a nosotros en cuanto al patrimonio de este mundo.
El
noveno mandamiento se preocupa de nuestro buen nombre, del propio y del prójimo. Prohíbe hablar falsamente de cualquier cosa, mentir, hablar con equívocos y planear o pretender engañar en cualquier forma a nuestro prójimo. Hablar injustamente contra nuestro prójimo, dañar su reputación. Dar falso testimonio contra él o, en la conversación corriente, calumniar, murmurar y andar con chismes; tergiversar lo que se ha hecho, exagerar, y pretender de cualquier forma mejorar nuestra reputación degradando la fama del prójimo. ¡Cuántas veces quebrantan a diario este mandamiento personas de todos los rangos! -El
décimo mandamiento golpea la raíz: “No codiciarás”. Los otros prohíben todo deseo de
hacer lo que será un daño para nuestro prójimo; este prohíbe todo deseo ilícito de
tener lo que nos produzca placer a nosotros mismos.
Vv. 18-21. Esta ley, tan extensa que no podemos medirla, tan espiritual que no podemos evadirla, y tan razonable que no podemos encontrarle defecto, será la regla del futuro juicio de Dios, como es la regla para la conducta presente del hombre. Si somos juzgados por esta regla, encontraremos que nuestra vida se ha pasado en transgresiones. Con esta santa ley y un juicio espantoso que nos espera, ¿quién puede despreciar el evangelio de Cristo? El conocimiento de la ley muestra la necesidad del arrepentimiento. El pecado ha sido destronado y crucificado en el corazón de cada creyente, y se ha escrito en él la ley de Dios, y se ha renovado la imagen de Dios. El Espíritu Santo le capacita para odiar el pecado, huir de él, amar y obedecer esta ley con sinceridad y verdad; tampoco dejará de arrepentirse.
Vv. 22-26. Habiendo entrado en la densa oscuridad, Dios le habló a Moisés de todo lo que sigue desde aquí hasta el final del capítulo xxiii, y es, en su mayor parte, una exposición de los Diez Mandamientos. Las leyes de estos versículos se relacionan con la adoración de Dios. Los israelitas reciben la seguridad de la bondadosa aceptación de sus devociones por parte de Dios. Bajo el evangelio, se invita a los hombres a que oren en todo lugar, y donde quiera que el pueblo de Dios se reúne en su nombre para adorarlo, Él está en medio de ellos; ahí Él estará con ellos y los bendecirá.